LOS VALORES Y EDUCAR EN VALORES UNA LABOR DE
TODOS
Valor, valores, valoraciones,
virtudes, todos estos términos forman parte fundamental de nuestro actual
vocabulario pedagógico. Los cientos de libros, artículos de revistas y
periódicos, las millones de páginas de la internet relativas al tema, escritas en todos los
idiomas, lo corroboran.
Y es que el tema de los
valores, hoy, constituye literalmente un problema. El problema de los valores, su necesidad,
utilidad, fundamento, origen y ejercicio, es lanzado la mayoría de las veces a
los docentes, sí, a nosotros, los educadores, los del cotidiano quehacer
escolar, y debemos dar una respuesta. Motivar la acción educativa y hacerla
girar, en mi opinión, a lo que ha sido y es la cuestión fundamental de la
pedagogía: el crecimiento personal fundado en los valores; frase que puede ser
tautológica, pues si no se educa en valores ¿hay verdadera educación?
Como el conocido mito de la
caverna, planteado por Platón, existen hombres que, dejando la oscuridad de las
sombras, voltean a la luz, asumen el reto de quitarse las cadenas que atan a los
egoísmos de este mundo, y se liberan.
Esta es nuestra tarea, liberarnos primero, para después, ser, verdaderamente,
liberadores de nuestros estudiantes, futuro de una nueva humanidad liberada.
No obstante, estos ideales
pedagógicos tan nobles deber estar orientados por una doctrina consistente y
correcta, de lo contrario hay el riesgo de caer en un romanticismo en valores,
donde todos nos aventamos pero sin saber a dónde.
Sin embargo, tal doctrina de
los valores no puede ser tan complicada que corra el riesgo de no ser entendida
por nadie, salvo grandes ilustrados en la materia; pero tampoco el tema de los
valores puede reducirse a meras recetas, que trivializan y relativizan todo
contenido axiológico. La educación en valores, su investigación, docencia y
práctica debe ser asequible a todos, y en esto los maestros y maestras tiene una
labor insustituible.
Educar en valores, entraña,
necesariamente, educar en la dignidad humana.. La dignidad humana es el valor
fundamental del resto de los valores. Si
el hombre en sí mismo no fuera digno, ¿qué sentido obtendría nombrar valiosas a sus acciones y productos? . Esto que a primera vista parece tan
abstracto en filosofía “dignidad humana”, en pedagogía goza de una puntualización
fabulosa; sólo se ejerce una verdadera influencia benéfica en el educando,
cuando previamente el educador es consciente de lo que ha sido confiado en sus
manos: un ser humano íntegro, que siente, sufre, piensa, ama, llora, canta y
aprende...
Llegamos pues, a un punto
crucial, donde se exige una postura definida y definitoria de toda nuestra
labor educativa: o educamos desde y para la dignidad humana o, simplemente, no
educamos; pues así como sin valores no hay educación, así también sin dignidad
humana no hay valores.
Adela Cortina hace referencia sobre dos valores que al
parecer estos deben ser el hilo conductor de la actual
pedagogía: criterio y justicia.
El criterio como la capacidad
del ser humano para juzgar su entorno, para discernir lo conveniente de lo
inconveniente, lo benéfico de lo nocivo. Tal vez de los valores que más se evoca y se quiere que exista es el “criterio”; para los jóvenes
específicamente el adolecente hasta los 25 años
para este todo es bueno, todo es
lícito, todo tiene justificación. Parece que carecen de parámetros personales
para elegir, y elegir bien. Es triste comprobar que el joven cedió su capacidad
crítica o de discernimiento a los medios de comunicación, a la ocurrencia del
último artista o a los espectaculares que encuentra en la calle.
Se puede decir entonces que el criterio es el valor que
perfecciona al ser humano en función de su autoconocimiento para la adquisición
de una correcta jerarquía de valores. Por tanto, es el valor propio de la
intrapersonalidad humana, el que forma internamente y predispone a los
individuos a la recta valoración de la realidad en que viven. Resta
por considerar el valor que une a la persona con el medio en que se desarrolla,
y éste es la justicia.
Según Adela cortina “La justicia vincula
efectivamente al individuo con el entorno, ya que se crea una mutua implicación
de beneficio”: cada persona comprende que sus actos tienen una repercusión
social, y que las decisiones sociales entrañan necesariamente una influencia
personal.
Formar en la justicia es mucho
más que formar en la legalidad. “Hay que notar, en principio de cuentas que la
legalidad consiste en el cumplimiento externo de las normas, mientras que la
justicia hace alusión a la convicción con que el sujeto obedece tales reglas” (SCHELER Max), una convicción que tiene una doble fuente: por
una parte, la conciencia de la dignidad humana, propia y ajena, y por otra, el
criterio bien formado capaz de decidir en pro de la comunidad.
A modo de conclusión se puede
decir que el mundo actual necesita una reorientación de su actuar educativo; no
podemos seguir igual, con planteamientos desvinculados de la realidad, que
atienden a lo superficial del ser humano; debemos virar, tanto educadores como
educandos, al mundo de los valores. Urgen personas coherentes con sus
convicciones y valoraciones, sólo así se podrán superar el individualismo y la
despreocupación por el bienestar social.
Es cierto que los ambientes en
que se mueve el docente, en que se desarrolla el quehacer educativo, a veces desalienta, pero ellos constituyen el mejor
reto y la mayor esperanza de la labor. Lo que para la sociedad puede parecer inofensiva
la falta de la práctica de los valores para
el educador debe ser intolerable.
LEONARDO GUZMAN CERQUERA
ÉTICA FILOSÓFICA
U .S .A
BIBLIOGRAFIA:
·
SCHELER Max, Ética. Nuevo ensayo de
fundamentación de un personalismo ético, Revista de Occidente Argentina,
Buenos Aires 1948.
·
PLATÓN, Diálogos, Porrúa, México 1980.
·
VASQUEZ , Sánchez Adolfo, La Etica
·
GARCÍA Hoz V., El concepto de persona,
Rialp, Madrid 1989.
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