jueves, 4 de octubre de 2012

LOS VALORES Y EDUCAR EN VALORES UNA LABOR DE TODOS



LOS  VALORES Y EDUCAR EN VALORES UNA LABOR DE TODOS




Valor, valores, valoraciones, virtudes, todos estos términos forman parte fundamental de nuestro actual vocabulario pedagógico. Los cientos de libros, artículos de revistas y periódicos, las millones de páginas de la internet relativas al tema, escritas en todos los idiomas, lo corroboran.
Y es que el tema de los valores, hoy, constituye literalmente un problema.  El problema de los valores, su necesidad, utilidad, fundamento, origen y ejercicio, es lanzado la mayoría de las veces a los docentes, sí, a nosotros, los educadores, los del cotidiano quehacer escolar, y debemos dar una respuesta. Motivar la acción educativa y hacerla girar, en mi opinión, a lo que ha sido y es la cuestión fundamental de la pedagogía: el crecimiento personal fundado en los valores; frase que puede ser tautológica, pues si no se educa en valores ¿hay verdadera educación?
Como el conocido mito de la caverna, planteado por Platón, existen hombres que, dejando la oscuridad de las sombras, voltean a la luz, asumen el reto de quitarse las cadenas que atan a los egoísmos  de este mundo, y se liberan. Esta es nuestra tarea, liberarnos primero, para después, ser, verdaderamente, liberadores de nuestros estudiantes, futuro de una nueva humanidad liberada.
No obstante, estos ideales pedagógicos tan nobles deber estar orientados por una doctrina consistente y correcta, de lo contrario hay el riesgo de caer en un romanticismo en valores, donde todos nos aventamos pero sin saber a dónde.
Sin embargo, tal doctrina de los valores no puede ser tan complicada que corra el riesgo de no ser entendida por nadie, salvo grandes ilustrados en la materia; pero tampoco el tema de los valores puede reducirse a meras recetas, que trivializan y relativizan todo contenido axiológico. La educación en valores, su investigación, docencia y práctica debe ser asequible a todos, y en esto los maestros y maestras tiene una labor insustituible.
Educar en valores, entraña, necesariamente, educar en la dignidad humana.. La dignidad humana es el valor fundamental  del resto de los valores. Si el hombre en sí mismo no fuera digno, ¿qué sentido obtendría nombrar  valiosas a sus acciones y productos?  . Esto que a primera vista parece tan abstracto en filosofía “dignidad humana”, en pedagogía goza de una puntualización fabulosa; sólo se ejerce una verdadera influencia benéfica en el educando, cuando previamente el educador es consciente de lo que ha sido confiado en sus manos: un ser humano íntegro, que siente, sufre, piensa, ama, llora, canta y aprende...
Llegamos pues, a un punto crucial, donde se exige una postura definida y definitoria de toda nuestra labor educativa: o educamos desde y para la dignidad humana o, simplemente, no educamos; pues así como sin valores no hay educación, así también sin dignidad humana no hay valores.
 Adela Cortina  hace referencia sobre dos valores que al parecer  estos   deben ser el hilo conductor de la actual pedagogía: criterio y justicia.
El criterio como la capacidad del ser humano para juzgar su entorno, para discernir lo conveniente de lo inconveniente, lo benéfico de lo nocivo. Tal vez de los valores que más  se evoca y se quiere que exista  es el “criterio”; para los jóvenes específicamente el adolecente hasta los 25 años  para este  todo es bueno, todo es lícito, todo tiene justificación. Parece que carecen de parámetros personales para elegir, y elegir bien. Es triste comprobar que el joven cedió su capacidad crítica o de discernimiento a los medios de comunicación, a la ocurrencia del último artista o a los espectaculares que encuentra en la calle.
Se puede decir  entonces que el criterio es el valor que perfecciona al ser humano en función de su autoconocimiento para la adquisición de una correcta jerarquía de valores. Por tanto, es el valor propio de la intrapersonalidad  humana,  el que forma internamente y predispone a los individuos a la recta valoración de la realidad en que viven. Resta por considerar el valor que une a la persona con el medio en que se desarrolla, y éste es la justicia.
 Según Adela cortina “La justicia vincula efectivamente al individuo con el entorno, ya que se crea una mutua implicación de beneficio”: cada persona comprende que sus actos tienen una repercusión social, y que las decisiones sociales entrañan necesariamente una influencia personal.
Formar en la justicia es mucho más que formar en la legalidad. “Hay que notar, en principio de cuentas que la legalidad consiste en el cumplimiento externo de las normas, mientras que la justicia hace alusión a la convicción con que el sujeto obedece tales reglas” (SCHELER Max),  una convicción que tiene una doble fuente: por una parte, la conciencia de la dignidad humana, propia y ajena, y por otra, el criterio bien formado capaz de decidir en pro de la comunidad.
A modo de conclusión se puede decir que el mundo actual necesita una reorientación de su actuar educativo; no podemos seguir igual, con planteamientos desvinculados de la realidad, que atienden a lo superficial del ser humano; debemos virar, tanto educadores como educandos, al mundo de los valores. Urgen personas coherentes con sus convicciones y valoraciones, sólo así se podrán superar el individualismo y la despreocupación por el bienestar social.
Es cierto que los ambientes en que se mueve el docente, en que se desarrolla el quehacer    educativo, a veces  desalienta, pero ellos constituyen el mejor reto y la mayor esperanza de la labor. Lo que para la sociedad puede parecer inofensiva la  falta de la práctica de los valores para el educador debe ser intolerable.

LEONARDO GUZMAN CERQUERA
ÉTICA FILOSÓFICA
U .S .A

BIBLIOGRAFIA:

·         SCHELER Max, Ética. Nuevo ensayo de fundamentación de un personalismo ético, Revista de Occidente Argentina, Buenos Aires 1948.
·         PLATÓN, Diálogos, Porrúa, México 1980.
·         VASQUEZ , Sánchez Adolfo, La Etica
·         GARCÍA Hoz V., El concepto de persona, Rialp, Madrid 1989.

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